Dejando por esta vez (sin que sirva de precedente) el habitual tono irónico y de humor que suele impregnar este blog, os adjunto un artículo que recoge hoy el periódico diocesano "Esta Hora" que, cada jueves, incluye el diario "La Nueva España" y que firma un servidor. Creo que resume lo que pretendemos con estos días de divertida locura.
Nos"vemos" esta noche (si la birria de conexión a Internet que nos ofrece las punteras compañías telefónicas de este país no lo impide...)
¡VAMOS DE CAMPAMENTO!
Carlos Fernández Llaneza
Hemos gastado ya, casi sin
darnos cuenta, la mitad del almanaque. El calendario dicta que estamos
en el estío. Tiempo idóneo -aquellos que puedan- para el descanso. Las
actividad en las parroquias se reduce notablemente y todo queda bajo
mínimos, cele-braciones dominicales incluidas, así que, como dice mi
párroco, “en tiempos de melo-nes, breves los sermones”. Pero sin embargo
hay una actividad que necesita del verano: los campamentos. En mi
parroquia de San Pedro de los Arcos de Oviedo hay tradición de
campamentos desde finales de los 70. Fue en esos primeros años de la
década de los 80, en uno de esos campamentos, cuando surgió un
ilusionante proyecto de Comunidad Cristiana Juvenil que, con el tiempo,
vería frustrada buena parte de sus sueños aunque había sentado las bases
de por dónde deben ir las líneas de la pastoral juvenil de nuestra
Comunidad y cual habría de ser el estilo de un campamento parroquial.
Cientos de niños y jóvenes a lo largo de los años tuvieron la
oportunidad de vivir y disfrutar esa experiencia. Y hoy, en una sociedad
muy distinta de aquella de los años 80, con unos jóvenes y unos niños
que viven una realidad muy diferente, seguimos apostando por ese
proyecto que nació con la vocación de ser, no sólo un espacio de ocio,
sino también ser una herramienta de evangelización. Un tiempo de
contemplación, de reflexión, de oración… y claramente vinculado a la
catequesis a la que nutre y desde la que se ali-menta. Por tanto es una
oferta pastoral al servicio de los niños, adolescentes y jóvenes de la
parroquia pero con puertas abiertas a muchos que se asoman a esta
experiencia y que, una vez vivida, deciden quedarse.
El año
pasado contaba a los padres que lo que pretendíamos con estos
campamentos era cambiar el mundo. Esa fue la respuesta espontánea que le
di a un amigo que, cu-rioso, me preguntaba por la motivación que me
lleva a seguir año tras año. Espontánea y rápida fue la respuesta, sí,
pero no por ello carente de sentido y es que, si logramos sembrar en
estos niños y jóvenes la semilla de valores como la solidaridad, la
justicia, el compartir, la preocupación por el otro, la conciencia
crítica, el cuidado del medio ambiente, la defensa de la libertad...
estaremos contribuyendo a que, si en el futuro esa semilla germina, esos
niños, ya adultos, transformen su parcela de sociedad inmediata y, por
tanto, estén contribuyendo a construir ese ansiado mundo mejor.
Por
tanto, los campamentos que tantas parroquias de Asturias ofrecen han de
ser días en los que, sin renunciar a pasarlo lo mejor posible, tengan
en lo más íntimo de su identidad el ser elemento coadyuvante en la
formación humana y cristiana de nuestros niños y jóvenes.
Y un espacio, por qué no, donde aprender a ser un poco más felices.
Enlace al original:
http://www.iglesiadeasturias.org/images/pdf/esta_hora/2016-7-21.pdf#page=4&zoom=auto,-12,453
Me ha gustado mucho el artículo. Mi hijo empezó a ir al campa con 9 años y hoy tiene 17. Algo tiene Perbes que hace que repita un año tras otro y después de cada campa viene cansado, con sueño pero viene feliz.
ResponderEliminarLa cosecha esta sembrada y yo creo ya está dando fruto.