"Veo que de ninguna manera es inútil viajar, si un hombre quiere ver algo nuevo". (Julio Verne)
martes, 31 de julio de 2018
lunes, 30 de julio de 2018
Las diez de últimas.
30 de julio. Tan temido como esperado. Es el peor día con diferencia. En él se mezcla el agobio de tener que recoger todo en un tiempo récord -tarea complicada- el cansancio y déficit de sueño acumulado que, tras la noche de gala no es poco, y, también, la pena porque otro campamento ya pasó a la dilatada historia de campamentos de nuestra parroquia de San Pedro de los Arcos.
Que han sido días intensos no es ninguna novedad. Lo habéis vivido casi en directo, o eso espero porque vuestra participación ha sido más bien modesta, pero suponemos que estáis al otro lado de la pantalla siguiendo con curiosidad el día a día desde lo que comíamos, a lo que jugábamos o lo que intentábamos transmitir a través de esos pequeños espacios dedicados a la formación.
La noche de ayer fue una locura. A las 2,30 de la madrugada saltaban, bailaban y cantaban imbuidos de esa extraña energía que aún no he sido capaz de identificar. Lo veréis en el TD que, por problemas con la conexión de internet, no hemos podido subir; lo subiremos esta noche. Con relación a este blog me gustaría pediros un favor: seguidlo durante unos días con vuestros hijos. Ellos no lo han visto. Vedlo con ellos y que comenten algo también. Y vosotros, no seáis zánganos y compartid vuestras impresiones, sugerencias... todo ayuda a mejorar. Os decía el día que partimos que vuestra implicación era esencial en el desarrollo de este campamento. Es una de las patas en las que pretendemos sustentarlo. Otra es el equipo de monitores, heterogéneo pero unidos por ese vínculo dual de la fe compartida y nuestra implicación en la parroquia. Y la tercera pata, cómo no, la imbricación del campamento con la pastoral parroquial. Este campamento carecería totalmente de sentido si no fuera así. Es una actividad más de la catequesis. Por eso os invito a que animéis a vuestros hijos también a que sean partícipes, si así los estimáis conveniente, también de esa parte. No es tan fácil como estos días, pero también contribuye a aportar los necesarios ladrillos para construir ese muro de su formación humana y cristiana. Aprovecho para agradecer la entrega e ilusión de los monitores que, desinteresadamente, contribuyen a que todo salga como sale.
Gracias a Marisa y a Marta porque cumplen con su trabajo, sí, pero la dosis de cariño y alegría con el que lo hacen no está en el "contrato".
Gracias a Nacho que se ha comido el montaje de todos los vídeos. Aunque he compartido con él las horas infumables a las que muchos días se hacía, en actitud española donde las haya, el curraba y yo miraba...
Y por último, y se me hace un poco difícil, gracias a Jorge. Este año no ha podido venir y, en breve, cosas de cambios de organización diocesana, dejara de ser nuestro párroco. Cuando se me ocurrió en 2003 recuperar nuestra tradición de campamentos, él fue un apoyo constante. Animó. Ayudó. Sugirió. Dejó hacer. Su conexión y cariño con los niños es evidente. Sus misas dominicales de 11,30 gustaban no sólo a los niños, sino también a los mayores y el lleno total de la iglesia, da buena fe de ello. En la parroquia hay catequesis de post comunión, de post confirmación; cada año ha habido confirmaciones... en fin; te vamos a echar mucho de menos. y gracias por todo. Dejarás de ser nuestro párroco pero seguirás siendo nuestro amigo. Eso no hay arzobispo que lo cambie.
Vuestros hijos han pasado por el campamento; ahora sólo me resta esperar que el campamento pase por vuestros hijos. Preguntadles. Que comenten con vosotros cosas. Que poco a poco, serena y tranquilamente, vayan fluyendo sus vivencias. Como el lento y pausado rumiar de las vacas.
Dejo esta ventana por este año. He intentado haceros cómplices de todo. He dejado el pudor y la vergüenza de lado para que, a través de humor, sea más fácil contagiaros el interés por que forméis parte de todo y en todo.
Dios dirá si Perbes 2019 abre de nuevo esta ventana.
De momento, barro, limpio, bajo las persianas, y con el silencio y la tranquilidad de que los errores que hayamos cometido son al menos desde la buena voluntad con la que suplimos otras carencias, echo la llave y con un sentido y casi ya nostálgico suspiro, me despido hasta que Dios quiera.
Que han sido días intensos no es ninguna novedad. Lo habéis vivido casi en directo, o eso espero porque vuestra participación ha sido más bien modesta, pero suponemos que estáis al otro lado de la pantalla siguiendo con curiosidad el día a día desde lo que comíamos, a lo que jugábamos o lo que intentábamos transmitir a través de esos pequeños espacios dedicados a la formación.
La noche de ayer fue una locura. A las 2,30 de la madrugada saltaban, bailaban y cantaban imbuidos de esa extraña energía que aún no he sido capaz de identificar. Lo veréis en el TD que, por problemas con la conexión de internet, no hemos podido subir; lo subiremos esta noche. Con relación a este blog me gustaría pediros un favor: seguidlo durante unos días con vuestros hijos. Ellos no lo han visto. Vedlo con ellos y que comenten algo también. Y vosotros, no seáis zánganos y compartid vuestras impresiones, sugerencias... todo ayuda a mejorar. Os decía el día que partimos que vuestra implicación era esencial en el desarrollo de este campamento. Es una de las patas en las que pretendemos sustentarlo. Otra es el equipo de monitores, heterogéneo pero unidos por ese vínculo dual de la fe compartida y nuestra implicación en la parroquia. Y la tercera pata, cómo no, la imbricación del campamento con la pastoral parroquial. Este campamento carecería totalmente de sentido si no fuera así. Es una actividad más de la catequesis. Por eso os invito a que animéis a vuestros hijos también a que sean partícipes, si así los estimáis conveniente, también de esa parte. No es tan fácil como estos días, pero también contribuye a aportar los necesarios ladrillos para construir ese muro de su formación humana y cristiana. Aprovecho para agradecer la entrega e ilusión de los monitores que, desinteresadamente, contribuyen a que todo salga como sale.
Gracias a Marisa y a Marta porque cumplen con su trabajo, sí, pero la dosis de cariño y alegría con el que lo hacen no está en el "contrato".
Gracias a Nacho que se ha comido el montaje de todos los vídeos. Aunque he compartido con él las horas infumables a las que muchos días se hacía, en actitud española donde las haya, el curraba y yo miraba...
Y por último, y se me hace un poco difícil, gracias a Jorge. Este año no ha podido venir y, en breve, cosas de cambios de organización diocesana, dejara de ser nuestro párroco. Cuando se me ocurrió en 2003 recuperar nuestra tradición de campamentos, él fue un apoyo constante. Animó. Ayudó. Sugirió. Dejó hacer. Su conexión y cariño con los niños es evidente. Sus misas dominicales de 11,30 gustaban no sólo a los niños, sino también a los mayores y el lleno total de la iglesia, da buena fe de ello. En la parroquia hay catequesis de post comunión, de post confirmación; cada año ha habido confirmaciones... en fin; te vamos a echar mucho de menos. y gracias por todo. Dejarás de ser nuestro párroco pero seguirás siendo nuestro amigo. Eso no hay arzobispo que lo cambie.
Vuestros hijos han pasado por el campamento; ahora sólo me resta esperar que el campamento pase por vuestros hijos. Preguntadles. Que comenten con vosotros cosas. Que poco a poco, serena y tranquilamente, vayan fluyendo sus vivencias. Como el lento y pausado rumiar de las vacas.
Dejo esta ventana por este año. He intentado haceros cómplices de todo. He dejado el pudor y la vergüenza de lado para que, a través de humor, sea más fácil contagiaros el interés por que forméis parte de todo y en todo.
Dios dirá si Perbes 2019 abre de nuevo esta ventana.
De momento, barro, limpio, bajo las persianas, y con el silencio y la tranquilidad de que los errores que hayamos cometido son al menos desde la buena voluntad con la que suplimos otras carencias, echo la llave y con un sentido y casi ya nostálgico suspiro, me despido hasta que Dios quiera.
domingo, 29 de julio de 2018
sábado, 28 de julio de 2018
Tempus fugit
Quien diría que ya sólo nos restan un par de días... parece que fue ayer mismo cuando llegamos y ya vemos el final a la vuelta de la esquina. Quizá sea la intensidad con la que se viven las horas la que acelera los relojes; tal vez que el sumergirse en un proyecto en el que aún crees y disfrutas -a pesar del cansancio y algunos sinsabores- encoja el calendario. Sí, se acaba, pero aún quedan horas densas e intensas por delante. En este instante están preparando los disfraces y la coreografía de los bailes de esta noche, una de la veladas favoritas porque ellos son parte fundamental en la preparación y puesta en escena; esta noche veremos -veréis- lo que ofrecen...
Esta mañana, cual arquitectos del medievo, han construido varios castillos en singular concurso que contó con el buen juicio y criterio de un profesor de historia de la universidad de Cambridge que ejerció de jurado. Lo veréis en el TD.
Pero hoy pretendo contaros que sucedió ayer en la mañana. Y espero que lo leáis, porque los ecos que nos llegan son más bien escasos. Tanto los vídeos como las reflexiones que comparto con todos vosotros son como un mensaje en una botella que lanzara al océano que, en esta hora vespertina, plácida y soleada, me acompaña en próxima vecindad. Solo estamos el mar y yo. Un paréntesis. Un espacio de calma en medio del incesante ruido que, tenaz y persistente, nos asedia en cada jornada. En un guiño a aquel lejano campamento de Perbes de hace... demasiados años pero que llevo tan dentro y que significó tanto, me acompaño de la música de Juan Salvador Gaviota en versión de Neil Diamod; no quiero caer en nostalgias estériles. No. No cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero recordar aquellos campamentos con una precariedad espartana y unas instalaciones que casi no llegaban a lo considerables mínimos exigibles, me sirve para afianzar la irrenunciable creencia en la utilidad de un estilo y una forma de entender un campamento que, a pesar de décadas, sigue siendo vigente y fundamental en lo esencial.
Bueno, que me me voy por los cerros de Úbeda... Es imposible hablar de todo y tampoco estoy seguro que os interese conocer todo en detalle pero, como os dije en varias ocasiones, contar con vuestra implicación y participación es una pata sobre la que sustentamos -intentamos al menos- nuestro proyecto. Así que voy a ceñirme a resumiros, dudo que con éxito, la reunión de formación de ayer. Una primera parte era sobre nuestros aciertos y errores en la conservación de "la casa común". Pequeños gestos al alcance de todos para favorecer el cuidado del medio ambiente: reciclar en casa, consumir menos, apagar las luces, no tirar basura... y muchos más "pequeños" gestos al alcance de todos que redundarán, sin duda, en beneficio común y que, a la fuerza, han de ser una obligación moral con las futuras generaciones y para lo que necesitan, indefectiblemente, vuestra participación y compromiso. El papel lo aguanta todo, pasar de las musas al teatro, es otra cosa...
Pero también tuvimos una parte que, os confieso, me sorprendió y emocionó. Hoy decía por la mañana, cuando intentábamos hacer un resumen de que les había calado en estos días -tarea compleja- que miraran a Francisco de Asís como a ese deportista de élite en el que se fijan para emular sus técnicas hacia el éxito. Para copiar aquello que les ayude a mejorar. Eso ha de ser nuestro "Pachín el Buenagente", un espejo en el que mirarnos y al que imitar en aquellas actitudes que proponíamos al inicio: gratitud, alegría, humildad, paz, compasión, fraternidad... Y buena parte de ellas se resumieron en el testimonio que tres de nuestros monitores brindaron acerca de su estancia este verano en África: Mario y Berto en Benín y Fito en Ghana. Un testimonio cercano, intenso. En primera persona que, sorprendente e increíblemente, mantuvo a los lebreles quietos, atentos y callados durante ¡más de dos horas! Realmente histórico. Apoyados en unas pocas fotos nos contaron cómo conocer una realidad tan distinta y distante que les ha hecho relativizar muchas cosas. Como conocer a gente que carece de casi todo pero te abren su casa y te ofrecen lo que no tienen, que admiran muchas cosas nuestras pero no entienden ni comparten nuestro egoísmo, individualismo e inconformismo. Nuestra sed insaciable por poseer más y más cosas inútiles que, a la postre, resultan tan innecesarias como superfluas. Conocer a niños que duermen al lado de unas letrinas rodeados, literalmente, de mierda. Descubrir casualmente a una familia de nueve personas a las que una simple esterilla donada, apenas cuarenta euros, les sirvió para dormir todos juntos y a besar las manos a quien se la dio. Poner rostro y nombre a niños que saben que el futuro sólo es mañana. Que no tienen nada más que lo puesto pero que son felices en plenitud, impresiona. Niños con una dieta tan pobre y tan poco variada que empujan a limitantes déficits alimenticios y, en ocasiones, a la muerte. Fue allí, entre la más absoluta pobreza, donde descubrieron la generosidad más grande y una felicidad basada en disponer de lo esencial sin preocupaciones ni atadura alguna a lo material. Fueron pensando en aportar algo y más bien fue al revés. Fueron ellos los que recibieron mucho más. Niños que pueden ser felices por el mero hecho de que juegues al trenecito con ellos media hora. Niños terminales, víctimas de la fiebre amarilla, que te devuelven los regalos, valiosísimos para ellos, porque prefieren que pases un poco de tu tiempo con ellos; sin duda alguna, el mejor regalo. Creo que allí aprendieron una lección que, probablemente, no olvidarán nunca: la felicidad no llega por tener más. Llega por vivir la vida en plenitud. Disfrutar del aquí y del ahora. Con generosidad.
Han vivido una experiencia intensa que me resulta muy complicado resumir; ojalá pudiera. Pero me siento incapaz de hacerlo; las palabras, hoy, me quedan cortas. Vuestros hijos han tenido la fortuna de conocerla de primera mano. De tres de los monitores que les han acompañado estos días. Cuando vuelvan a casa, a las comodidades de nuestros hogares, ojalá recuerden los rostros de esos niños que se asomaron a nuestra cotidianidad para interrogarnos y, tal vez, cuestionar nuestro propio estilo de vida.
Quizá esa sea la moraleja más valiosa.
Esta mañana, cual arquitectos del medievo, han construido varios castillos en singular concurso que contó con el buen juicio y criterio de un profesor de historia de la universidad de Cambridge que ejerció de jurado. Lo veréis en el TD.
Pero hoy pretendo contaros que sucedió ayer en la mañana. Y espero que lo leáis, porque los ecos que nos llegan son más bien escasos. Tanto los vídeos como las reflexiones que comparto con todos vosotros son como un mensaje en una botella que lanzara al océano que, en esta hora vespertina, plácida y soleada, me acompaña en próxima vecindad. Solo estamos el mar y yo. Un paréntesis. Un espacio de calma en medio del incesante ruido que, tenaz y persistente, nos asedia en cada jornada. En un guiño a aquel lejano campamento de Perbes de hace... demasiados años pero que llevo tan dentro y que significó tanto, me acompaño de la música de Juan Salvador Gaviota en versión de Neil Diamod; no quiero caer en nostalgias estériles. No. No cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero recordar aquellos campamentos con una precariedad espartana y unas instalaciones que casi no llegaban a lo considerables mínimos exigibles, me sirve para afianzar la irrenunciable creencia en la utilidad de un estilo y una forma de entender un campamento que, a pesar de décadas, sigue siendo vigente y fundamental en lo esencial.
Bueno, que me me voy por los cerros de Úbeda... Es imposible hablar de todo y tampoco estoy seguro que os interese conocer todo en detalle pero, como os dije en varias ocasiones, contar con vuestra implicación y participación es una pata sobre la que sustentamos -intentamos al menos- nuestro proyecto. Así que voy a ceñirme a resumiros, dudo que con éxito, la reunión de formación de ayer. Una primera parte era sobre nuestros aciertos y errores en la conservación de "la casa común". Pequeños gestos al alcance de todos para favorecer el cuidado del medio ambiente: reciclar en casa, consumir menos, apagar las luces, no tirar basura... y muchos más "pequeños" gestos al alcance de todos que redundarán, sin duda, en beneficio común y que, a la fuerza, han de ser una obligación moral con las futuras generaciones y para lo que necesitan, indefectiblemente, vuestra participación y compromiso. El papel lo aguanta todo, pasar de las musas al teatro, es otra cosa...
Pero también tuvimos una parte que, os confieso, me sorprendió y emocionó. Hoy decía por la mañana, cuando intentábamos hacer un resumen de que les había calado en estos días -tarea compleja- que miraran a Francisco de Asís como a ese deportista de élite en el que se fijan para emular sus técnicas hacia el éxito. Para copiar aquello que les ayude a mejorar. Eso ha de ser nuestro "Pachín el Buenagente", un espejo en el que mirarnos y al que imitar en aquellas actitudes que proponíamos al inicio: gratitud, alegría, humildad, paz, compasión, fraternidad... Y buena parte de ellas se resumieron en el testimonio que tres de nuestros monitores brindaron acerca de su estancia este verano en África: Mario y Berto en Benín y Fito en Ghana. Un testimonio cercano, intenso. En primera persona que, sorprendente e increíblemente, mantuvo a los lebreles quietos, atentos y callados durante ¡más de dos horas! Realmente histórico. Apoyados en unas pocas fotos nos contaron cómo conocer una realidad tan distinta y distante que les ha hecho relativizar muchas cosas. Como conocer a gente que carece de casi todo pero te abren su casa y te ofrecen lo que no tienen, que admiran muchas cosas nuestras pero no entienden ni comparten nuestro egoísmo, individualismo e inconformismo. Nuestra sed insaciable por poseer más y más cosas inútiles que, a la postre, resultan tan innecesarias como superfluas. Conocer a niños que duermen al lado de unas letrinas rodeados, literalmente, de mierda. Descubrir casualmente a una familia de nueve personas a las que una simple esterilla donada, apenas cuarenta euros, les sirvió para dormir todos juntos y a besar las manos a quien se la dio. Poner rostro y nombre a niños que saben que el futuro sólo es mañana. Que no tienen nada más que lo puesto pero que son felices en plenitud, impresiona. Niños con una dieta tan pobre y tan poco variada que empujan a limitantes déficits alimenticios y, en ocasiones, a la muerte. Fue allí, entre la más absoluta pobreza, donde descubrieron la generosidad más grande y una felicidad basada en disponer de lo esencial sin preocupaciones ni atadura alguna a lo material. Fueron pensando en aportar algo y más bien fue al revés. Fueron ellos los que recibieron mucho más. Niños que pueden ser felices por el mero hecho de que juegues al trenecito con ellos media hora. Niños terminales, víctimas de la fiebre amarilla, que te devuelven los regalos, valiosísimos para ellos, porque prefieren que pases un poco de tu tiempo con ellos; sin duda alguna, el mejor regalo. Creo que allí aprendieron una lección que, probablemente, no olvidarán nunca: la felicidad no llega por tener más. Llega por vivir la vida en plenitud. Disfrutar del aquí y del ahora. Con generosidad.
Han vivido una experiencia intensa que me resulta muy complicado resumir; ojalá pudiera. Pero me siento incapaz de hacerlo; las palabras, hoy, me quedan cortas. Vuestros hijos han tenido la fortuna de conocerla de primera mano. De tres de los monitores que les han acompañado estos días. Cuando vuelvan a casa, a las comodidades de nuestros hogares, ojalá recuerden los rostros de esos niños que se asomaron a nuestra cotidianidad para interrogarnos y, tal vez, cuestionar nuestro propio estilo de vida.
Quizá esa sea la moraleja más valiosa.
viernes, 27 de julio de 2018
Paz y Bien
Decía nuestro admirado Francisco el Buenagente: "Que la paz que anuncian con sus palabras esté primero en sus corazones". Ayer fue el día de mirar hacia esa expresión tan franciscana de "Paz y Bien". Que dos deseos más hermosos... Aunque es difícil escribir de paz mientras vuestra fieras gritan, alborotan como posesos y saltan y brincan en el concurso de "Furor" en que niños compiten contra niñas en baile y canciones. Hemos viajado en tren, corrido de la estación al puerto para coger el barco, visitado en toda su extensión con un magnífico guía el castillo fortaleza de san Miguel en Ferrol. Han estado sin parar dos horas en la playa, hemos navegado hasta la entrada de la ría de Ferrol, vuelta andando hasta la estación (con parada en una tienda de chuches sobre la que se abalanzaron -en contra de mi opinión- como si fuera un oasis en el desierto para regocijo y alegría del propietario...) vuelta en tren... vamos, que se supone que tendrían que estar agotados, ¿no...? ¡pues no! Una extraña energía, totalmente desconocida para mí, se apodera de ellos y a pesar de los varios metros de distancia que nos separan y de estar todas las puertas a cal y canto, me vibra el ordenador de las voces y saltos que están dando... temo que de un momento a otro aparezca la guardia civil a llamarnos al orden; en caso tal, palabra que digo que soy el jardinero..
Pero volvamos a lo importante: paz y bien. Ayer por la noche les hice una improvisada reflexión sobre la paz porque, además de ser el valor del día, me pareció oportuna porque también aquí, a veces, surgen pequeños roces -supongo que inevitables entre niños- pero que no son deseables. Les preguntaba qué consideraban ellos que es la paz. Casi todos los que respondieron aludieron a la ausencia de guerras. Es cierto. Pero no solo. Es difícil hablar de estas cosas a niños tan pequeños pero, aun así, es necesario. Mi padre conoció el desgarro y el dolor de una guerra no hace tanto. No podemos olvidar tantos conflictos como aún quedan en el mundo. Hace tiempo oí a una madre siria decir que el mayor temor que sentía cada vez que su hijo iba al colegio era saber si volvería a verlo. Cómo olvidar los cientos de cadáveres de niños inocentes que el mar, avergonzado y horripilado, acoge en un clamoroso silencio. Y también les decía que tengan presente cada vez que diariamente bendecimos la comida, a los muchos niños que son igual que ellos, pero que por el mero hecho de nacer en otro lugar, siguen muriendo de hambre, la mayor de las vergüenzas humanas. Que no olviden lo afortunados que son por poder ir a un campamento, Por tener un colegio. Por tener un sistema sanitario. Por tener un hogar que les cobija. Por poder tener tantas y tantas cosas que no valoramos en absoluto. Les decía que hay muchos niños, no ya en Somalia o en Irak o en Siria, sino en Oviedo, que tienen que desayunar en sus colegios porque en casa no llega para todos. Esa es la cruda realidad que, en mi opinión deben conocer. Y que la próxima vez que digan que algo no les gusta, se acuerden de esos niños. Es complicado. Y sé que muy posiblemente no lo harán. Pero no se me ocurre otra forma de lograr esa necesaria solidaridad que conociendo la verdad de lo que es este mundo. Porque la paz, efectivamente, no es sólo la ausencia de guerra. Que también. Pero no será completa si no viene acompañada de justicia y solidaridad.
Y claro, también la paz es el respeto al que tienes al lado. Al que comparte la mesa y la tienda contigo. El respeto a la familia, a los amigos. El huir de la burla al otro porque no sea el más guay del grupo. Un insulto es romper esa paz. También lo es. Y les decía que si no entienden y asumen eso de nada valdrán los hinchables, el furor, la excursión, la noche de gala... Si no somos capaces de que algo de este orbayu les empape un poco este campamento habrá fracasado. Como decía Ghandi: "No hay camino para la paz, la paz es el camino". Y la paz y el bien, les decía, empiezan aquí y ahora. O no empezará nunca.
Parafraseando a Gabriel Celaya, la paz es necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto.
En nada esto se habrá terminado; el tiempo vuela... Somos conscientes de que no vamos a cambiar a nadie en diez días, pero bueno, como dice el proverbio, para recorrer la gran muralla se empieza dando un paso. Y a fin de cuentas, aunque hace ya décadas, yo también fui adolescente y en un campamento aquí en Perbes, aunque muy distinto, empezó a fraguarse esta convicción, así que, quién sabe...
Paz y bien a todos.
Pero volvamos a lo importante: paz y bien. Ayer por la noche les hice una improvisada reflexión sobre la paz porque, además de ser el valor del día, me pareció oportuna porque también aquí, a veces, surgen pequeños roces -supongo que inevitables entre niños- pero que no son deseables. Les preguntaba qué consideraban ellos que es la paz. Casi todos los que respondieron aludieron a la ausencia de guerras. Es cierto. Pero no solo. Es difícil hablar de estas cosas a niños tan pequeños pero, aun así, es necesario. Mi padre conoció el desgarro y el dolor de una guerra no hace tanto. No podemos olvidar tantos conflictos como aún quedan en el mundo. Hace tiempo oí a una madre siria decir que el mayor temor que sentía cada vez que su hijo iba al colegio era saber si volvería a verlo. Cómo olvidar los cientos de cadáveres de niños inocentes que el mar, avergonzado y horripilado, acoge en un clamoroso silencio. Y también les decía que tengan presente cada vez que diariamente bendecimos la comida, a los muchos niños que son igual que ellos, pero que por el mero hecho de nacer en otro lugar, siguen muriendo de hambre, la mayor de las vergüenzas humanas. Que no olviden lo afortunados que son por poder ir a un campamento, Por tener un colegio. Por tener un sistema sanitario. Por tener un hogar que les cobija. Por poder tener tantas y tantas cosas que no valoramos en absoluto. Les decía que hay muchos niños, no ya en Somalia o en Irak o en Siria, sino en Oviedo, que tienen que desayunar en sus colegios porque en casa no llega para todos. Esa es la cruda realidad que, en mi opinión deben conocer. Y que la próxima vez que digan que algo no les gusta, se acuerden de esos niños. Es complicado. Y sé que muy posiblemente no lo harán. Pero no se me ocurre otra forma de lograr esa necesaria solidaridad que conociendo la verdad de lo que es este mundo. Porque la paz, efectivamente, no es sólo la ausencia de guerra. Que también. Pero no será completa si no viene acompañada de justicia y solidaridad.
Y claro, también la paz es el respeto al que tienes al lado. Al que comparte la mesa y la tienda contigo. El respeto a la familia, a los amigos. El huir de la burla al otro porque no sea el más guay del grupo. Un insulto es romper esa paz. También lo es. Y les decía que si no entienden y asumen eso de nada valdrán los hinchables, el furor, la excursión, la noche de gala... Si no somos capaces de que algo de este orbayu les empape un poco este campamento habrá fracasado. Como decía Ghandi: "No hay camino para la paz, la paz es el camino". Y la paz y el bien, les decía, empiezan aquí y ahora. O no empezará nunca.
Parafraseando a Gabriel Celaya, la paz es necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto.
En nada esto se habrá terminado; el tiempo vuela... Somos conscientes de que no vamos a cambiar a nadie en diez días, pero bueno, como dice el proverbio, para recorrer la gran muralla se empieza dando un paso. Y a fin de cuentas, aunque hace ya décadas, yo también fui adolescente y en un campamento aquí en Perbes, aunque muy distinto, empezó a fraguarse esta convicción, así que, quién sabe...
Paz y bien a todos.
jueves, 26 de julio de 2018
miércoles, 25 de julio de 2018
martes, 24 de julio de 2018
¿Ser o tener?
En los años 80 tuvo mucho éxito un libro del psicólogo social y filósofo alemán Erich Fromm (1900-1980) titulado "Ser o tener". En él, Fromm, proponía un “arte de vivir” cuyos pilares fueran el amor, la razón y la actividad productiva. A través de sus páginas nos explicaba que no es posible adquirir la sabiduría de la vida sin ningún tipo de esfuerzo o de sufrimiento -un engaño alimentado por la ideología consumista- y propone un esfuerzo en recuperar nuestra fortaleza física, psíquica y espiritual, así como nuestras posibilidades de independencia, para que podamos abandonar la obsesión por el tener, característica de las condiciones económicas, políticas y sociales de la sociedad moderna, y centrar nuestra atención en el ser. Tarea -añado- arduo difícil para cualquiera de nosotros, adultos, con lo que para un niño, mas si es pequeño, es algo quimérico.
Desde que era joven (más que ahora, entiéndase...) me llamó poderosamente la atención la figura de San Francisco. Un joven con una vida cómoda, un futuro asegurado, una posición social y económica sólida y venturosa... tenía todo para seguir triunfando en el comercio de telas, casi un imperio. Pero en un momento algo empezó a cambiar. No encontraba la felicidad en su vida. Un buen día se cruzó con un leproso y tras apartarse del camino en un primer momento, salió a su encuentro, tomó sus muñones entre sus manos blancas, le miró fijamente a los ojos manchados de sangre y legañas y después, con el corazón en un puño, le besó en la boca. Años después, Francisco, recordaría aquel día en su testamento. Comprendió que él podía cambiar, ser distinto, romper con convencionalismos y mentiras. Aquel beso fue contagioso: la lepra que sólo mancha por fuera hizo que empezaran a caérsele, como escamas, los esquemas.
Cuando su padre le recriminó públicamente sus excentricidades y le recriminaba que todo lo que tenía era suyo, se quedó en medio de la plaza del pueblo y delante del obispo, en pelota picada. Y ahi inició una nueva vida.
Ante la advertencia, un tiempo después, de su obispo de que estaba al borde de la exageración, Francisco le respondió: "Allí está Dios, Reverendísimo Padre".
Éste santo singular, popular y único, que "llenábase de inefable gozo cuantas veces miraba al sol, o contemplaba la luna, o dirigía su vista a las estrellas y al firmamento" sigue siendo un referente en pleno siglo XXI. Precursor del ecologismo, se admiraba con todo lo creado, gozaba de la naturaleza, y "percibía a las flores y a los trigos y a los viñedos; a las piedras, y a las llanuras del campo; a las corrientes de los ríos, a la tierra, al fuego, al aire y al viento. Les incitaba a dar gracias y a alabar al Señor".
Hablaba con las alondras y las golondrinas, no apagaba las velas porque se extasiaba con la hermosura del fuego.
¿Que puede aportar Francisco a la sociedad de hoy? Y lo que es más importante, ¿qué puede aportar Francisco VIDA intensa y feliz a estos acampados...? Es muy difícil. Vivimos en una sociedad basada en el consumo. Nos gusta "tener" y nos preocupamos poco del "ser". A todos. Es un reto muy difícil. Extremadamente difícil, diría yo.
No creo que nadie pueda imitar la divina locura de Francisco pero sí podría ser una figura a imitar en muchas de sus actitudes.
Ni consejos ni vasos de agua a quién no te los pida, pero qué bien estaría que cuando vuelvan a casa os contaran algo -si es que les quedó algo- de los valores, de las actitudes franciscanas. Incluso que leyerais algo con ellos o viendo una película como "Hemano sol, Hermana luna" dirigida por Franco Zeffirelli.
Si me permitís una confidencia quizá un poco imprudente, tengo un amigo que me dice que no sé para qué escribo estas cosas si a la mayoría les importa un comino y que cuando llegan los críos a Oviedo se olvida todo. Es posible. Pero el que nace lechón muere cochino y nosotros seguiremos empeñados en aportar un mínimo grano de arena para contribuir a cambiar este mundo que necesita muchos locos. Muchos Franciscos...
Pues permitidme que entre col y col meta alguna lechuga. Ya que es nuestro interés que seáis partícipes de todo lo sucedido, también me parece pertinente que este blog no sea sólo sustento de juegos, diversión y coña marinera; también puede ser un espacio óptimo e idóneo para compartir inquietudes y retos que nos atañen a todos como padres y, claro, como personas que también afrontamos nuestras dificultades, contradicciones, inquietudes y esperanzas.
Dicho queda.
Hablaba con las alondras y las golondrinas, no apagaba las velas porque se extasiaba con la hermosura del fuego.
¿Que puede aportar Francisco a la sociedad de hoy? Y lo que es más importante, ¿qué puede aportar Francisco VIDA intensa y feliz a estos acampados...? Es muy difícil. Vivimos en una sociedad basada en el consumo. Nos gusta "tener" y nos preocupamos poco del "ser". A todos. Es un reto muy difícil. Extremadamente difícil, diría yo.
No creo que nadie pueda imitar la divina locura de Francisco pero sí podría ser una figura a imitar en muchas de sus actitudes.
Ni consejos ni vasos de agua a quién no te los pida, pero qué bien estaría que cuando vuelvan a casa os contaran algo -si es que les quedó algo- de los valores, de las actitudes franciscanas. Incluso que leyerais algo con ellos o viendo una película como "Hemano sol, Hermana luna" dirigida por Franco Zeffirelli.
Si me permitís una confidencia quizá un poco imprudente, tengo un amigo que me dice que no sé para qué escribo estas cosas si a la mayoría les importa un comino y que cuando llegan los críos a Oviedo se olvida todo. Es posible. Pero el que nace lechón muere cochino y nosotros seguiremos empeñados en aportar un mínimo grano de arena para contribuir a cambiar este mundo que necesita muchos locos. Muchos Franciscos...
Pues permitidme que entre col y col meta alguna lechuga. Ya que es nuestro interés que seáis partícipes de todo lo sucedido, también me parece pertinente que este blog no sea sólo sustento de juegos, diversión y coña marinera; también puede ser un espacio óptimo e idóneo para compartir inquietudes y retos que nos atañen a todos como padres y, claro, como personas que también afrontamos nuestras dificultades, contradicciones, inquietudes y esperanzas.
Dicho queda.
Fotos Ginkana del Circo
Aish... ¡que trajín por Dios...! Me lleváis con la lengua fuera haciendo fotos, colgando fotos...
Y lo peor es que el jamón 5Jotas que dijísteis los padres que pagábais a pachas y nos ibais a enviar para los monitores aún no ha llegado... qué raro... ¿Habréis dado bien la dirección al mensajero...?
Y lo peor es que el jamón 5Jotas que dijísteis los padres que pagábais a pachas y nos ibais a enviar para los monitores aún no ha llegado... qué raro... ¿Habréis dado bien la dirección al mensajero...?
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