Quien diría que ya sólo nos restan un par de días... parece que fue ayer mismo cuando llegamos y ya vemos el final a la vuelta de la esquina. Quizá sea la intensidad con la que se viven las horas la que acelera los relojes; tal vez que el sumergirse en un proyecto en el que aún crees y disfrutas -a pesar del cansancio y algunos sinsabores- encoja el calendario. Sí, se acaba, pero aún quedan horas densas e intensas por delante. En este instante están preparando los disfraces y la coreografía de los bailes de esta noche, una de la veladas favoritas porque ellos son parte fundamental en la preparación y puesta en escena; esta noche veremos -veréis- lo que ofrecen...
Esta mañana, cual arquitectos del medievo, han construido varios castillos en singular concurso que contó con el buen juicio y criterio de un profesor de historia de la universidad de Cambridge que ejerció de jurado. Lo veréis en el TD.
Pero hoy pretendo contaros que sucedió ayer en la mañana. Y espero que lo leáis, porque los ecos que nos llegan son más bien escasos. Tanto los vídeos como las reflexiones que comparto con todos vosotros son como un mensaje en una botella que lanzara al océano que, en esta hora vespertina, plácida y soleada, me acompaña en próxima vecindad. Solo estamos el mar y yo. Un paréntesis. Un espacio de calma en medio del incesante ruido que, tenaz y persistente, nos asedia en cada jornada. En un guiño a aquel lejano campamento de Perbes de hace... demasiados años pero que llevo tan dentro y que significó tanto, me acompaño de la música de Juan Salvador Gaviota en versión de Neil Diamod; no quiero caer en nostalgias estériles. No. No cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero recordar aquellos campamentos con una precariedad espartana y unas instalaciones que casi no llegaban a lo considerables mínimos exigibles, me sirve para afianzar la irrenunciable creencia en la utilidad de un estilo y una forma de entender un campamento que, a pesar de décadas, sigue siendo vigente y fundamental en lo esencial.
Bueno, que me me voy por los cerros de Úbeda... Es imposible hablar de todo y tampoco estoy seguro que os interese conocer todo en detalle pero, como os dije en varias ocasiones, contar con vuestra implicación y participación es una pata sobre la que sustentamos -intentamos al menos- nuestro proyecto. Así que voy a ceñirme a resumiros, dudo que con éxito, la reunión de formación de ayer. Una primera parte era sobre nuestros aciertos y errores en la conservación de "la casa común". Pequeños gestos al alcance de todos para favorecer el cuidado del medio ambiente: reciclar en casa, consumir menos, apagar las luces, no tirar basura... y muchos más "pequeños" gestos al alcance de todos que redundarán, sin duda, en beneficio común y que, a la fuerza, han de ser una obligación moral con las futuras generaciones y para lo que necesitan, indefectiblemente, vuestra participación y compromiso. El papel lo aguanta todo, pasar de las musas al teatro, es otra cosa...
Pero también tuvimos una parte que, os confieso, me sorprendió y emocionó. Hoy decía por la mañana, cuando intentábamos hacer un resumen de que les había calado en estos días -tarea compleja- que miraran a Francisco de Asís como a ese deportista de élite en el que se fijan para emular sus técnicas hacia el éxito. Para copiar aquello que les ayude a mejorar. Eso ha de ser nuestro "Pachín el Buenagente", un espejo en el que mirarnos y al que imitar en aquellas actitudes que proponíamos al inicio: gratitud, alegría, humildad, paz, compasión, fraternidad... Y buena parte de ellas se resumieron en el testimonio que tres de nuestros monitores brindaron acerca de su estancia este verano en África: Mario y Berto en Benín y Fito en Ghana. Un testimonio cercano, intenso. En primera persona que, sorprendente e increíblemente, mantuvo a los lebreles quietos, atentos y callados durante ¡más de dos horas! Realmente histórico. Apoyados en unas pocas fotos nos contaron cómo conocer una realidad tan distinta y distante que les ha hecho relativizar muchas cosas. Como conocer a gente que carece de casi todo pero te abren su casa y te ofrecen lo que no tienen, que admiran muchas cosas nuestras pero no entienden ni comparten nuestro egoísmo, individualismo e inconformismo. Nuestra sed insaciable por poseer más y más cosas inútiles que, a la postre, resultan tan innecesarias como superfluas. Conocer a niños que duermen al lado de unas letrinas rodeados, literalmente, de mierda. Descubrir casualmente a una familia de nueve personas a las que una simple esterilla donada, apenas cuarenta euros, les sirvió para dormir todos juntos y a besar las manos a quien se la dio. Poner rostro y nombre a niños que saben que el futuro sólo es mañana. Que no tienen nada más que lo puesto pero que son felices en plenitud, impresiona. Niños con una dieta tan pobre y tan poco variada que empujan a limitantes déficits alimenticios y, en ocasiones, a la muerte. Fue allí, entre la más absoluta pobreza, donde descubrieron la generosidad más grande y una felicidad basada en disponer de lo esencial sin preocupaciones ni atadura alguna a lo material. Fueron pensando en aportar algo y más bien fue al revés. Fueron ellos los que recibieron mucho más. Niños que pueden ser felices por el mero hecho de que juegues al trenecito con ellos media hora. Niños terminales, víctimas de la fiebre amarilla, que te devuelven los regalos, valiosísimos para ellos, porque prefieren que pases un poco de tu tiempo con ellos; sin duda alguna, el mejor regalo. Creo que allí aprendieron una lección que, probablemente, no olvidarán nunca: la felicidad no llega por tener más. Llega por vivir la vida en plenitud. Disfrutar del aquí y del ahora. Con generosidad.
Han vivido una experiencia intensa que me resulta muy complicado resumir; ojalá pudiera. Pero me siento incapaz de hacerlo; las palabras, hoy, me quedan cortas. Vuestros hijos han tenido la fortuna de conocerla de primera mano. De tres de los monitores que les han acompañado estos días. Cuando vuelvan a casa, a las comodidades de nuestros hogares, ojalá recuerden los rostros de esos niños que se asomaron a nuestra cotidianidad para interrogarnos y, tal vez, cuestionar nuestro propio estilo de vida.
Quizá esa sea la moraleja más valiosa.
He leído dos veces estas reflexiones que escribes tan bien y he decir que mi pequeño corazón se ha debilitado porque se me están cayendo unos lagrimones solo de pensar en todo lo que tenemos y de las gracias q debíamos de dar por todo y que poco tiene otros y posiblemente sean más felices q nosotros.
ResponderEliminarEllos saben lo que hay y más bien lo que no hay en sitios no muy lejanos a nosotros , pero todos necesitamos que nos hagan ver la realidad y hacernos reflexionar sobre lo realmente importante. Muchas gracias por ayudarnos a todos en esa dura tarea de la educación, de los valores que nosotros mismos olvidamos.gracias
ResponderEliminarPues sí,ya se ve el final de vuestra aventura,es bueno q los días hayan pasado rápido eso es q los habéis exprimido totalmente.Me alegra que los monitores hayan compartido su experiencia con los peques y aunque estos son conscientes de que son unos privilegiados no está de más que de vez en cuando vean la realidad que les rodea .
ResponderEliminarBuenos dias:
ResponderEliminarEstos momentos, como el relatado por Carlos, estoy seguro
que les quedará grabado en su pensamiento para hacerlos personas mejores en una sociedad, que también contribuirán ellos para que sea, aunque sólo sea un poco, mejor.
Lo bueno pasa rápido,a mí sí me ha cundido y ya tengo ganas de estás con la peque de la casa. Me alegra saber que va todo bien y que tenéis tiempo para construir castillos y fortalezas por dentro y por fuera. Muchas gracias a todos por vuestra energía y por enseñar a nuestros hijos a ser mejores personas. Feliz fin de fiesta.
ResponderEliminarCon tanto esfuerzo e ilusión no me extraña que se os pase volando. Gran ejemplo el que tres monitores jóvenes y divertidos les expliquen su gran experiencia, será algo que prenda con seguridad. Gracias por tanto
ResponderEliminarGrande y cercano testimonio de unos monitores "buenagente". Berto, Mario y Fito dan un gran ejemplo con su buen hacer en la vida con esa alegría que contagian y con sus tablas para llegar a los más pequeños. Lo demuestran en Perbes y en África, donde sea. Ellos también fueron nińos hace poco y acampados de Perbes. Me consta que su charla ha sido emocionante y un gran ejemplo. Ese aprendizaje,seguro que siembra valores y conductas que darán fruto. En un mundo globalizado como el nuestro, el "id por el mundo" que era otra misión de Jesús y que tan bien entendió nuestro Pachín de Asís, la han hecho realidad nuestros jóvenes monitores,compartiendo sus vacaciones con los más pobres, con nińos de África, pero también con nińos de aquí. Qué esa fraternidad y gratuidad en todo lo que hacéis, siga dando frutos. Felicidades en especial a los 3 monitores y a todos por ese trabajo y esa actitud en la vida. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEstoy segura de que todas esa vivencias no van a caer en saco roto. Es un lujo contar con alguien que lo ha vivido en primera persona. Ya no es que nos lo veamos por la tele en un reportaje, sino que alguien a quien conocemos y en quien confiamos nos lo diga. El calado de ese mensaje es infinitamente mayor. A mi estos días también se me han hecho muy largos y estoy deseando escuchar todo esto en la voz de mi hijo. Escuchar su versión para saber en concreto que es lo que él ha asimilado. Aunque se que esto no es algo que me lo vaya a contar en un día, ni en un mes, igual necesitaré un año para que en sus comentarios o en su comportamiento vayan saliendo todas estas enseñanzas. Gracias también por el inculcar el cuidado hacia el medio ambiente, eso va a ser fundamental para los próximos años, va a marcar la diferencia en el mundo en que vamos o quizás nosotros no, pero ellos si y sus hijos también, en el mundo en el que van a vivir. Gracias, nos vemos pronto.
ResponderEliminarVerdaderamente la charla ha tenido que ser muy emocionante. Que Tres monitores jóvenes, simpaticos y cercanos les cuenten está experiencia, sin duda influye en sus cabecitas y corazones más que cuquier clase o charla con sus padres. Puede que tiendan a emular los en el futuro. Enhorabuena por sembrar así de bien.
ResponderEliminarMe quedo con las ganas de ver sus caras durante el relato.Estas reflexiones unca están de más para pequeños y grandes. Gracias .Deseando que venga y cuente todo.
ResponderEliminarQué testimonio tan fantástico además de alguien tan cercano a ellos!!
ResponderEliminarA mí también se me han empañado los ojos al leerlo, qué realidades tan distintas en el mismo mundo.A veces nos viene bien recordar lo privilegiados que somos por tener todas nuestras necesidades cubiertas(en muchas ocasiones en exceso)aunque no sé si al final redunda en nuestra felicidad.En esta forma de vivir nuestra, en la que casi siempre estamos enfadados, choca la alegría que reflejan aquellos que no tienen nada.Algo estamos haciendo mal, pero con estas experiencias seguro que algo va cambiar, la semilla está prendida.
Que suerte para nuestros hijos poder vivir estás experiencias. Ojalá sepan aprovechar estos momentos....confiemos en qir elincluso fenómeno Perbes cale en susvidas
ResponderEliminarGraciassss
Que suerte para los monitores haber vivido esa experiencia y para nuestros hijos el poderla compartir. ¡Ojala todos pudieran vivirla y aportar su granito de arena entre los mas necesitados!
ResponderEliminarGracias por compartir vuestras maravillosas experiencias con todos nosotros...